Antes de que leas lo que opino de las rupturas, y si estás ahora mismo sumergid@ en una de ellas, te contaré un secreto: coge las riendas y colócate donde creas, no dejes que «te coloquen» en una posición de víctima o de indefensión. Si no pierdes el «control» de este aspecto, entenderás mucho antes por qué estás en esta situación, y el proceso de duelo será mucho más llevadero y consciente.
Te adelanto que he tratado con muchas personas que han experimentado de forma dramática y sentido como devastadoras, algunas rupturas. Es por eso que he podido trabajar y analizar muy profundamente este tema, y en todos los casos, solos o con ayuda, aprendiendo y «errando», siempre han resurgido más fortalecidos.
Espero que este post te sirva, te calme, te remueva o te haga comentarme algo si crees que debes hacerlo.
Desacostumbrarse a los hábitos adquiridos con tu pareja, echar de menos su presencia y los planes conjuntos, y pasar por las etapas propias de un duelo, es difícil. Sin embargo, en la mayoría de los casos, cuando ha pasado el tiempo, y podemos mirar con distancia, entendemos por qué aquello se rompió.
Sentir tristeza, vacío o enfado, o todas juntas cuando «perdemos» a alguien es normal, sano y adaptativo. No es este el plano que quiero tocar aquí, sino el por qué algunas personas viven de forma TRAUMÁTICA una ruptura, alargando la «agonía». Comentaré algunos de los motivos que creo más importantes, sin descartar que pueda haber otros:
Porque creemos que es «CULPA» nuestra. Sin embargo no hay nada en nosotros que haya cambiado de forma tan radical como para que la otra persona nos abandone, no es así? Cambiemos la palabra culpa por RESPONSABILIDAD. Como cualquier otro tipo de relación, la de pareja también requiere el 50% de responsabilidad de cada miembro, independientemente de que unas conductas sean más reprobables que otras. No busquemos tener el 100% de forma individual, no somos tan poderosos, la otra persona también participó en que el proyecto de pareja por el momento no haya funcionado.
Porque conecta con una parte de nosotros que se sintió abandonada, poco protegida o rechazada, de nuestra infancia. No es necesario haber tenido unos «malos padres» para esto. En la mayoría de los casos, son cosas muy sutiles que escapan a nuestra control, pero que es vivido de forma inadecuada y no se procesa correctamente. Y ante determinadas situaciones parecidas en el presente, en lugar de recordar la emoción que tuvimos, la REVIVIMOS. Veamos, un padre o una madre con un episodio depresivo, o «ausentes» e inmersos en su carrera profesional, estilos de educación rígidos y autoritarios, por poner algunos ejemplos.. Un aparente simple hecho vivido de forma inadecuada en la infancia, puede dejarnos un mensaje en el inconsciente del tipo «no soy digno de ser querido» o «no soy válido». Recuerda, está en el inconsciente, y seguramente nuestros propios mecanismos de defensa nos han impedido procesarlo con normalidad, por tanto son emociones y sensaciones intensas que no hemos podido elaborar y superar, porque estaban ocultas a nuestra consciencia.
Así que la vivencia de una ruptura está íntimamente ligada a nuestra gestión de las emociones y el tipo de creencias instauradas en nosotros, y esto es aprendido en la infancia. Por eso es tan importante el tipo de apego que hemos mantenido con nuestras figuras de referencia, esto es, con nuestros padres o quien nos haya criado, qué estilos de afrontamiento nos han enseñado y hemos aprendido, y si nos han legitimado*.
En definitiva, ¿Qué hace entonces tan traumática una ruptura? nuestro MIEDO a la pérdida, a no sentirnos queridos o «queribles», y esto tambalea la percepción del sentido de nuestra existencia y empaña nuestra realidad. Y como ya he dicho, este miedo se generó mucho antes, son viejas sensaciones conocidas, vividas por primera vez en nuestra infancia.
Algunas estrategias para afrontar una ruptura
Te propongo que pongas en marcha algunas de estas ESTRATEGIAS si estás en medio de una ruptura:
- No intentes evitar la tristeza. La tristeza es normal y sana, y es necesario que le des un hueco. Pero ese hueco ha de ser el justo. Intenta observar si te sueles sumergir mucho en ella.
- El miedo es también sano y adaptativo, y forma parte del ser humano. Sentir miedo ante una situación que nos es nueva tras la ruptura, es también normal, que el miedo nos supere, no. Si crees que esta situación te desequilibra demasiado, estás teniendo miedo al miedo. Quizá entonces haya que explorar qué aspectos nucleares de ti han sido activados con esta ruptura.
- Rodeate de personas que sepan empatizar, te escuchen y te aporten tranquilidad. Eso es cuidarte.
- Dar un pequeño o gran giro a tu vida justo en este momento suele dar verdaderos frutos. Cuando hayas pasado los primeros días, en los que es más difícil funcionar, siéntate y piensa qué es lo que tienes en tu vida que te satisface y qué otros aspectos quieres cambiar o añadir (en el ámbito laboral, personal o social). Focalizar en un nuevo proyecto, aunque nos parezca pequeño, nos aporta justo lo que necesitamos en este momento: sentirnos valiosos. Nos vuelve a colocar como dueños de nuestra vida, y nos recuerda las capacidades que tenemos. Es sanador.
- El movimiento, genera más movimiento. Si te pones en marcha, todo a tu alrededor se mueve. La imagen de estar activo «pese a la situación» que proyectamos en nosotros y hacia fuera, nos genera un retorno, y será el inicio de nuestro aprendizaje de esta situación, y nos dará mucha fuerza.
- La pareja puede ser uno de nuestros pilares, pero tenemos más. Y si crees que no los tienes, con el giro que estás dando y la visualización de algún proyecto, los vas a empezar a crear.
- Es posible que nos invada el enfado. Efectivamente hay aspectos de la relación mantenida o de la ruptura, que te han parecido injustos. Recuerda que puedes expresarlo de muchas maneras. Si lo haces sin «control», probablemente despertará en ti una sensación de culpa que en nada te ayudará. Si esto ha ocurrido, cambia la palabra culpa por responsabilidad.
- Que creamos que necesitamos ayuda profesional para pasar este trance, es otra forma de cuidarse.
*Legitimar emociones es dar lo que sentimos o siente el otro como verdadero (rabia, miedo, dolor..)
Patricia Vera